EL RAGNARÖK (Praemeditatio Malorum)

Publicado el 17 de febrero de 2024, 23:24

Fue un estremecimiento real, tan certero y penetrante como si la hoja de un cuchillo se hubiera hundido en su corazón. Agitado por esa sensación, Odín se revolvió en el Hlidskjalf, el alto sitial que dominaba los nueve mundos. Alzó sus ojos dolidos hacia la lejanía, pero no veía nada, su mirada estaba velada por una terrible premonición: una guerra universal, el destino de los dioses.


En su visión, un manto gélido lo cubría todo, un invierno sin fin, como jamás se había conocido. En el cielo, lobos colosales y despiadados habían dado caza al sol y a la luna, y su preciada carga había desaparecido entre sus fauces. Oscuridad, frío. No eran estos los signos de una vida que comienza, sino de la muerte que acaba con todo.


Con un escalofrío, Odín vio tres monstruosos seres, hermanos todos ellos, los heraldos de la destrucción total. El primero de los monstruos tenía forma de mujer. Por un lado, su imagen era la de una joven bella, por el otro, su semblante era siniestro. A su paso, hasta los pastos más verdes se secaban, las criaturas se estremecían de terror bajo su mirada tenebrosa. Había abandonado sus dominios oscuros para reclamar todo lo vivo y convertirlo en muerte.


El segundo monstruo era una serpiente gigantesca, larga como el hambre en invierno. Cada una de sus escamas habría servido de muro a un palacio y de sus colmillos se vertían cascadas de veneno. Con su formidable cuerpo estrangulaba las raíces del gran fresno Yggdrasil, lenta pero inexorablemente.


En una oquedad cavernosa se debatía el tercer monstruo, una enorme bestia de dientes afilados. Unas cadenas mágicas lo habían apresado hasta entonces, pero ahora los eslabones se habían quebrado y el furibundo animal había quedado libre con un aullido de excitación. En sus ojos de hielo, Odín vio su propio final. Y también el reflejo de una gran pira universal, desatada para consumirlo todo.


Por delante de las tres monstruosas criaturas, caminaba sereno su padre. La sangre regaba sus pies, sangre que daba alimento a sus hijos. Una sonrisa perversa asomó a su rostro, sabedor de la traición que marcaba su nombre. No había en él remordimiento alguno, sino la plena satisfacción de quien ha cumplido la más feroz de las venganzas.


Odín exhaló un ronco quejido; la visión ya había pasado. Solo quedó el latido de su corazón, un tambor alocado cuyo redoble llenaba el silencio sagrado de su sitial. A sus ojos, los nueve mundos eran ya un túmulo, aunque sabía que esos tiempos eran lejanos y que aún tenían que sucederse muchos inviernos para que tales cosas ocurrieran. Sobre sus hombros, los dos fieles cuervos Hugin Y Munin sacudieron las alas y revolvieron su plumaje, inquietos por los funestos presagios.

 

Crear situaciones en las que todo se tuerce y en las que debemos actuar en consecuencia es una técnica que ya utilizaban los filósofos estoicos hace más de 2000 años, a la que denominaban “Praemeditatio Malorum”. Nos encontramos ni más ni menos ante una de las herramientas más poderosas que esta filosofía nos brinda a la hora de prepararnos ante las dificultades que la vida nos presentará cuando llegue su debido momento. Consiste en visualizar aquello que tememos; una técnica que bien podríamos utilizar cualquiera de nosotros hoy día.


 

Prepárate ante la peor adversidad posible y nada podrá sorprenderte. En el momento en que nos encontramos con la adversidad de frente, todo lo que nos queda por hacer es alinear los cinco sentidos para vencerla. Ya tuvimos tiempo de prevenirla y de tratar de evitarla. Para superar un miedo, es necesario exponerse a él de manera gradual, y una forma de lograrlo es a través de la imaginación. Debemos vernos enfrentando y superando la situación que tememos. Intentar ignorar o suprimir nuestros miedos los magnifica, traerlos al presente y enfrentarlos directamente los mitiga.


Algunos pensarán que visualizar problemas futuros es contraproducente, ya que podrían generar ansiedad en el presente. Podría incluso parecer contradictorio con otras de las enseñanzas de los estoicos, quienes evitaban proyectar sus pensamientos a un futuro que no pueden controlar. ¿Cómo resolvían esta aparente paradoja? Separando la reflexión de la preocupación. Hay una diferencia muy importante entre visualizar algo negativo y preocuparse por ese algo. Visualizar es un ejercicio intelectual, que puede realizarse sin despertar emociones negativas. La preocupación es una forma de miedo, y los miedos se amplifican si nos negamos a enfrentarlos. Debemos observarlos con objetividad y distancia. Por último, nuestra ansiedad ante la incertidumbre se reduce cuando sabemos que estamos preparados para afrontar los peores escenarios. Esperamos lo mejor pero estamos preparados para lo peor.


Los estoicos afirmaban que pensar en la adversidad aportaba multitud de beneficios. Lo que enfrentamos por primera vez nos parece más temible de lo que verdaderamente es. Al visualizar con frecuencia aquello que tememos lo hacemos más familiar, reduciendo su impacto negativo si realmente se materializa. Estos sabios nos recordaban:

 

“Nada sucede al sabio que él no haya previsto,

ni todas las cosas resultan conforme a sus deseos,

pero él así lo ha calculado;

y además de todo eso,

también ha calculado que algo

podría obstruir sus planes”.

 

¿Y qué pasa cuándo nada puede hacerse para resolver una adversidad u obstáculo concreto? Los estoicos nos recordaban que el mundo está regido por factores externos, los cuales se escapan a nuestro control. En muchas ocasiones dependemos de los demás y esto significa que tus planes se pueden echar a perder. Si esto te sorprende cada vez que ocurre, no sólo sufrirás; también te costará mucho trabajo aceptarlo. La única garantía es que las cosas pueden salir mal y lo único que podemos utilizar para mitigar eso es la previsión. Porque la única variable que controlamos por completo somos nosotros mismos.

 

La previsión no facilita mágicamente las cosas, desde luego, pero nos prepara para los obstáculos y las adversidades por muy difíciles que sean. Con la previsión tenemos tiempo para edificar defensas, o incluso para evitarlas por completo. Estamos preparados para cambiar de curso, porque hemos trazado una salida. Podemos resistirnos a desmoronarnos si las cosas no salieron de acuerdo con lo planeado. Con la previsión podemos resistir. Estaremos preparados para el fracaso y listos para el éxito.


El mayor poder es gobernarse a uno mismo. Desarrollar una verdadera fortaleza llevará tiempo, constancia y buen hacer. Tendremos que construirla poco a poco, ladrillo a ladrillo, a diario, para que nuestras murallas sean tan altas y robustas para garantizar nuestra paz mental y nuestra felicidad. Meditar cada día sobre las posibles situaciones inesperadas antes de experimentarlas es el mejor de los “materiales” para levantar estos muros. En cambio, si lo inesperado nos alcanza preparados será mucho más probable que el resultado final caiga a nuestro favor. Como enseñaban los sabios estoicos:

 

“La adversidad inesperada

golpea con más fuerza.”

 

Debemos prepararnos para vivir la vida con más consciencia, con más presencia y sobre todo debemos estar preparados para cuando lleguen las adversidades, las cuales  ten por seguro que llegarán más tarde o más temprano, de una forma u otra. De esta manera sabremos cómo actuar, como el ajedrecista que repite las aperturas una y otra vez; para que cuando esos movimientos se den en el tablero, automáticamente sepa lo que tiene que hacer, conozca las diferentes reacciones del oponente y sepa cual es el mejor movimiento con mayor probabilidad de éxito. De esto va el juego.

 

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