Mi biblioteca

 

El origen de la biblioteca es tan antiguo como el de la propia escritura. A medida que el ser humano vio la necesidad de dejar constancia documental de las cosas, también comprendió la importancia de guardar esos documentos para la posteridad. La palabra biblioteca proviene de las griegas biblion (libro) y thekes (caja). Pero no fue el antiguo pueblo heleno quien creó estos maravillosos templos de la cultura y el saber, sino que debemos remontarnos aún más atrás, concretamente casi tres mil años, a la antigua Mesopotamia.

 

También los antiguos griegos tuvieron sus bibliotecas. De hecho, dieron un gran impulso a este tipo de centros. Como la escritura griega ya era alfabética, se generalizó mucho su conocimiento y, con este, el acceso a la lectura y a los libros. Respecto a las bibliotecas, podríamos decirte que, a grandes rasgos, ya eran como las que hoy conocemos. No estaban vinculadas a centros religiosos ni a organismos oficiales. Por vez primera, eran instituciones independientes. Además, los cultos griegos, como ya hiciera el asirio Asurbanipal, se propusieron albergar en sus bibliotecas todo el saber de su tiempo. Y algunas de sus casas de libros han pasado a la historia por su esplendor y riqueza de volúmenes.

 

Es el caso de la famosa Biblioteca de Alejandría, creada en el siglo III antes de Cristo y que fue una de las más importantes de la Antigüedad. Como sabrás, Alejandría se halla en Egipto, pero la creación de su biblioteca fue debida a los griegos cuando, tras la conquista de Alejandro Magno, dominaron la tierra de los faraones. Esta biblioteca se hallaba integrada en el llamado Museion, un centro cultural dedicado a las musas donde existía todo lo necesario para que vivieran los más grandes escritores y científicos del mundo antiguo. En un principio, albergó los textos en rollos de papiro, pero más adelante ya incorporaba códices y se estima que llegó a contar con casi medio millón de obras archivadas. Se cree que desapareció a causa de un pavoroso incendio.

 

La otra gran casa del libro del mundo griego fue la Biblioteca de Pérgamo, cerca de la costa del mar Egeo. También se creó en la segunda mitad del siglo III antes de Cristo. Su fundador fue el rey Atalo I, un gran coleccionista de arte y de libros. Pero sería su hijo, Euménides II, quien le daría el esplendor del que llegó a gozar. En su etapa más próspera, contaba con unos trescientos mil volúmenes, preferentemente filosóficos y muy vinculados al estoicismo. A diferencia de la anterior, guardaba sus ejemplares en papiros, un material así llamado, justamente, porque fue inventado en Pérgamo. Y, según el escritor romano Plinio el Viejo, en esta biblioteca se albergaron como un tesoro para la posteridad las obras de Aristóteles. Se cree que esta biblioteca desapareció, precisamente, cuando ocurrió el incendio de la de Alejandría.

 

Los romanos copiaron de Grecia muchas cosas, también las bibliotecas. Sin embargo, son los responsables de la popularización de estos centros. El escritor y político Cayo Asinio Polión creó la primera biblioteca pública de la historia en el siglo I antes de Cristo. Además, también el Imperio Romano contó con grandes casas de libros. Entre ellas, las bibliotecas Palatina y Octaviana, debidas a Augusto, y la Biblioteca Ulpia del emperador Trajano. Todas ellas tenían dos secciones: la de los textos en griego y la de las obras en latín.

 

 

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