Catón El Joven, el Héroe de los estoicos

Publicado el 26 de marzo de 2024, 12:04

Durante dos milenios, Catón fue imitado, estudiado, despreciado, temido y reverenciado. En su época, fue soldado, aristócrata, senador y estoico. Catón, último de una línea familiar de estadistas prominentes, pasó toda su vida en el ojo público como político de Roma, defensor de la antigua constitución de Roma, que impulsó el crecimiento de Roma desde una ciudad fangosa hasta un imperio poderoso. Pero, ¿quién era este personaje y cómo llegó a convertirse en un referente no solo para los estoicos, sino para personas de la talla de Napoleón, Thomas Jefferson o George Washington? Para realmente ser conscientes de quién fue esta persona y el porque de su reputación y admiración en una comunidad tan exigente como la estoica viajemos al pasado y descubramos un poco sobre la historia de este personaje el cual ha pasado a la historia.

 

Cada pocos siglos nace un hombre con una constitución de hierro, modelado con un material más resistente que los demás. Ellos son los personajes que acaban convirtiéndose en nuestros mitos, nuestras leyendas. Siempre nos preguntamos: ¿Cómo pudieron hacerlo? ¿De dónde sacaron esa fortaleza? ¿Volveremos a ver una persona semejante? Marco Porcio Catón fue uno de esos hombres. Los estoicos a la hora de encontrar un referente, se guiaban de Catón, una de las figuras estoicas más ejemplares y denominado la imagen viviente de todas la virtudes. Incluso en su época había una expresión que rezaba: "No todos podemos ser como Catón". Catón estaba hecho de otro material distinto al de sus predecesores estoicos, los cuales alcanzaron la fama por sus textos y sus palabras. Sin embargo, Catón no es recordado por sus palabras, sino por sus actos y lo que representó. Consiguió dejar constancia de sus convicciones a través de sus actos y se ganó una reputación mayor que la de cualquiera de sus antepasados, cual monumento a durar eternamente, gracias a su compromiso con la justicia y la libertad.

 

El verdadero estoico no es real, es simplemente un ideal, un estándar contra el que medirse, un modelo que nos inspire a ser lo que somos capaces de hacer. Los que perseguían este ideal eran precisamente los llamados filósofos o amantes de la sabiduría, o como ellos denominaban “Sophos”. Para estos filósofos ese “yo ideal”, esa persona perfecta libre de faltas era "El Sabio", el verdadero estoico, esa figura de la que debido a nuestras imperfecciones estamos tan lejos. Por esa razón, incluso los principales exponentes de esta filosofía, como su fundador Zenón de Citio, Cleantes, Séneca, Epicteto o Marco Aurelio, no se consideraban merecedores de hacerse llamar estoicos, por lo que en busca de esa referencia a la que emular en las acciones diarias, que les recordara actuar con virtud y les ayudase a acercarse al verdadero estoico, a vivir con excelencia, era popular entre ellos aconsejarse que buscaran su “Catón”. 

 

A diferencia del resto de senadores de Roma, Catón no se dejó llevar por la codicia ni el poder. Nadie consiguió pervertir su integridad ni el compromiso con sus ideales. Los historiadores cuentan que los poderosos siempre se mostraron hostiles con Catón porque su sola presencia les avergonzaba. Por lo común a todos nos preocupa lo que la gente piensa de nosotros. No queremos parecer demasiado distintos, y por ello adquirimos los mismos gustos y actitudes. Aceptamos lo que hace la multitud para que esta nos acepte. Pero al hacerlo, nos debilitamos. Nos comprometemos a menudo sin saberlo, permitimos que nos compren sin recibir nada a cambio. Catón, en cambio, se mostraba indiferente a todo aquello que no fuera la virtud. Catón podría haber disfrutado de cualquier lujo, pero eligió una vida espartana. La reputación no era lo más importante, lo que importaba era hacer el bien. Uno de los principios estoicos es:

 

"Lo que está bien está bien. Todo lo demás no importa"

 

Aunque tomar un atajo o hacer algo malo pueda proporcionarnos unos pocos instantes de descanso, el placer desaparecerá rápidamente, pero la maldad nos perseguirá toda la vida. En cambio hacer el bien quizás pueda parecer complicado o agotador, sin embargo, los resultados de obrar de acuerdo a la virtud no desaparecerán nunca. Sin duda este tipo de gestos eran muy poderosos y poco comunes en un imperio obsesionado con la reputación y las demostraciones de poder. Pero en el caso de Catón, además, eran sinceros. No estaba actuando, estaba practicando. El estudio del estoicismo le había enseñado la importancia de practicar, de resistir activamente la tentación y liberarse de las comodidades y las necesidades externas. Sus antepasados eran un auténtico ejemplo de ello, y él pretendía seguir el mismo camino, de principio a fin.

 

Y así, predicando toda su vida con el ejemplo, Marco Porcio Catón se convertiría en el estandarte estoico de vida virtuosa que ha llegado a nuestros días. Los gestos de Catón traspasarían los siglos llegando a inspirar a personajes como Napoleón Bonaparte, quien tendría un busto de él en su propia casa, en lo que denominaba su “hall de héroes”, e incluso dedicaría parte de sus escritos a analizar y estudiar su comportamiento, mayoritariamente, su levantamiento contra el poderoso Julio César, quien tras años de campaña en la Galia, regresaba a Roma en busca de poder, quebrantando la ley e iniciando una cruenta Guerra Civil. Y fue ahí, una vez más, donde Catón volvió a estar sin dudarlo para una patria que le necesitaba, y esta vez, más que nunca. Muchos influyentes políticos y amigos en su posición huyeron, pero él volvió a inclinarse por lo que se debía hacer, y dio su vida por ello. Examinar su vida es todo un aprendizaje que nos recuerda la importancia del deber, la integridad y de ser consistentes con ello hasta el final. Ejemplo de austeridad, de servicio al prójimo y de moderación, nos regala enseñanzas incluso a la hora de hablar, como la siguiente:

 

“Solo comienzo a hablar cuando
estoy seguro de lo que voy a decir
es mejor decirlo que callarlo”.

 

Si no tienes nada que decir, no lo digas. “Dos oídos y una boca” como dirían los estoicos. Otra de las enseñanzas que podemos aprender de esta figura es la de proteger a aquellos que no pueden protegerse a sí mismos. Todos los momentos increíbles en la historia de los estoicos involucran proteger a aquellos que no pueden protegerse por si solos. Durante la historia los estoicos han hecho hazañas para defender ideas y personas que aman. Como diría el emperador Marco Aurelio: "El fruto de esta vida es un buen carácter y actos para el bien común". Todos tenemos nuestras propias ventajas y en diferentes tiempos tendremos la oportunidad de estar en posiciones de poder o de influencia. Una gran parte del estoicismo es usar ese poder y ventajas para solucionar problemas y hacer la vida de otras personas más sencilla. Como diría Catón:

 

"Al no hacer nada, los hombres aprenden a hacer el mal"

 

 

 

De este modo Catón se convirtió en el ideal estoico. Un hombre que vivió de acuerdo a la filosofía, al estoicismo. Su vida se promovió solo con el ejemplo. Los estoicos habían encontrado su referencia, ellos ya tenían su “Catón”. Estos sabios no buscaban la perfección sino el progreso, ser un poco mejores cada día. Y tú, ¿cómo puedes escoger tu referente? Busca alguien que represente los valores que te definen. Una persona cuyo comportamiento admires, cuya forma de vida quieras emular, cuyo éxito coincida con tu idea del éxito. Tenlo siempre presente como un ejemplo a seguir. Necesitamos un estándar contra el que medirnos. Claro que nadie es infalible y esa persona tendrá sus puntos débiles, pero no estamos aquí para juzgar, sino para aprender de sus fortalezas. Visualizar las cualidades de las personas que nos inspiran nos ayuda a mejorar nuestro comportamiento. De nosotros depende ser buenos, hacer lo correcto, superarnos. No podemos obligar a nadie a hacer lo mismo, pero podemos plantar una semilla. Podemos descansar cómodamente en nuestro destino, sabiendo que al final, de forma inevitable, influirá en alguien. Porque, como el valor, la disciplina y el resto de virtudes son contagiosas. El fuego que llevamos en nuestro interior puede arder lo suficiente como para calentar a los demás. La luz que llevamos en nuestro interior puede iluminar el camino de los demás. Lo que logramos puede hacer que las cosas sean posibles para los demás.

 

 

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