Epicteto, el maestro de la Dicotomía del Control

Publicado el 22 de agosto de 2023, 16:35

Epicteto fue un filósofo griego de la escuela estoica que vivió parte de su vida como esclavo en Roma. Nació en el año 55 en Heriápolis de Frigia (actualmente en el sudoeste de Turquía). En su infancia llegó a Roma como esclavo del liberto Epafrodito, que a su vez había servido como secretario del emperador Nerón; a instancias de Epafrodito, estudió con el filósofo estoico Musonio Rufo. Hasta donde se sabe, no dejó obra escrita, pero de sus enseñanzas se conservan un Enquiridión o Manual y sus Disertaciones, escritos ambos por su discípulo Flavio Arriano (el cual llegaría a ser un famoso historiador), así como algunos fragmentos.

 

La fama de Epicteto fue grande, mereciendo más respeto en vida del que había gozado Platón. Esta persona ejemplar, esclavo de nacimiento y que una vez conseguida su liberación en torno a los 30 años de edad, gracias a su sabiduría y utilidad al bien común, dedicaría el resto de sus días a enseñar el estoicismo; filosofía gracias a la cual había sido capaz de disfrutar y vivir en paz sus años de esclavitud, afrontando todo tipo de injurias y situaciones nada favorables. Y sería esa misma filosofía de vida la responsable de que sus amos le acabaran nombrando tutor de sus hijos y finamente concediéndole la libertad.

 

Epicteto fundó su escuela en Nicópolis a la que se dedicó plenamente, pues él, a imitación de Sócrates, uno de sus modelos, no escribió nada. Las enseñanzas de Epicteto tenían su base en las obras de los antiguos estoicos; se sabe que se aplicó a las tres ramas de la filosofía en la tradición de la Stoa, lógica, física y ética. Sin embargo, los textos que se conservan tratan casi exclusivamente de ética. Según ellos, el papel del filósofo y maestro estoico consistiría en vivir y predicar la vida contemplativa, centrada en la noción de eudaimonía (felicidad). La eudaimonía, según la doctrina estoica, sería un producto de la virtud, definida mediante la vida acorde a la razón. Además del autoconocimiento, la virtud de la razón estoica consiste en la ataraxia (imperturbabilidad), apatía (desapasionamiento) y las eupatías (buenos sentimientos). El conocimiento de la propia naturaleza permitiría discernir aquello que el cuerpo y la vida en común exigen del individuo; la virtud consiste en no guiarse por las apariencias de las cosas, sino en guiarse para todo acto por la motivación de actuar racional y benevolentemente, y, sobre todo, aceptando el destino individual tal como ha sido predeterminado por Zeus.

 

Uno de los puntos en los que Epicteto hace más hincapié es en la idea de que el estudio de la filosofía “no es un fin en sí mismo, sino un medio necesario para aprender a vivir conforme a la naturaleza”. Epicteto confía en que sus discípulos aprendan por encima de todo, a comportarse de acuerdo a los principios que estudian, es decir, distinguiendo lo que depende del albedrío de lo que no depende de él, y actuando en consecuencia, preocupándose por lo primero y despreciando lo segundo. El primer capítulo del “Enquiridión” comienza literalmente de la siguiente manera:


“Entre todas las cosas que existen
hay algunas que dependen de nosotros
y otras que no dependen de nosotros.
Las cosas que dependen de nosotros
son libres por naturaleza,
sin impedimentos, sin trabas,
por el contrario, las cosas
que no dependen de nosotros
se hallan en un estado de sometimiento,
de servidumbre y nos resultan ajenas.”

 

Casi 2000 años han pasado desde que estas palabras se escribieron y ya se enfocaban para entrenarse en lo que depende de nosotros, pues es en ese lugar donde se haya nuestra libertad, mientras como recoge Arriano, las cosas que no dependen de nosotros se hayan en un estado de sometimiento, de servidumbre y nos resultan ajenas. Las cosas que no dependen de nosotros nos someten, nos vuelven sus siervos. Los estoicos nos recuerdan:


“Solo hay una manera de
alcanzar la felicidad,
y es dejar de preocuparse por las cosas
que están más allá de
nuestro poder o de nuestra voluntad.”

 

Para estas sabias gentes solo dependen de nosotros nuestros PENSAMIENTOS, DESEOS y ACCIONES; por lo que es ahí donde debemos apuntar. Para ellos todo lo demás lo consideraban “indiferente”, e invertir energía en ello en forma de preocupación no cambiaría absolutamente nada, pues de nosotros no depende su resultado final, por lo que solo desembocaría en ansiedad, malestar y pérdida de tiempo y energía por nuestra parte. Lo más importante, tal y como nos recuerda Epicteto, es que tenemos que darnos cuenta de que existen determinadas circunstancias que no dependen de nosotros. Nosotros podemos elegir cómo actuar, pero no depende de nosotros la forma en la que lo harán los demás. Tener esto claro y aceptarlo, nos permitirá descargar mucho sufrimiento.

 

Como ya sabes, los estoicos identificaban como principales causas de infelicidad el nunca tener suficiente y el preocuparnos por las cosas que están más allá de nuestro control. Esta herramienta, la Dicotomía del Control, persigue precisamente blindarnos frente a esta última fuente de infelicidad. Requerirá de un gran esfuerzo por tu parte, sobre todo al principio, hasta que llegues a dominarla. Poner el foco, la energía y la atención en lo que depende únicamente de nosotros requerirá mucha práctica, entrenamiento y sobre todo tiempo. Los estoicos, usaban otra técnica que les ayudaba a diferenciar lo que dependía de ellos y lo que no, y de esta manera conducir su tiempo y energía hacia lo que sí que estaba en su mano. Estos sabios usaban una herramienta denominada Prosochê, que significa atención plena, herramienta de la que os hablaré más adelante en otro post.

 

 

 

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