El mito de Damon y Pitias (amistad)

Publicado el 20 de septiembre de 2023, 16:44

Damon y Pitias eran mejores amigos ya desde su infancia. Confiaban el uno en el otro como hermanos y no había nada que no pudieran hacer por el otro. Como bien fue puesto a prueba. Eran filósofos pitagóricos que vivieron alrededor del siglo IV en Sicilia, época en la que era rey un tirano llamado Dionisio I,  el mismo que dio lugar a la conocida historia de la espada de Damocles.

 

Pitias estaba dando en su ciudad una serie de discursos. En ellos el joven abogaba por que ningún tirano era un rey digno, y que ningún hombre debía tener un poder ilimitado como al que hasta ahora tenían los reyes de Siracusa. Indignado ante esto, y que el joven no pensaba cambiar su palabra pues en sus propias palabras “Decía solamente la verdad”, el rey termino por terminar de manera tajante la situación. Condeno a Pitias a muerte por conspiración contra el rey. Creyendo que este le suplicaría por su vida, en lugar de esto dijo que “no se arrepentía de nada”. Su única petición era que le dejaran volver a su hogar para despedirse de su mujer y poner en orden su vida familiar antes de morir.

 

El rey no se fiaba de dejarle libre. En este instante su amigo Damon salió al paso de la conversación y se ofreció a esperar como prisionero en lugar de su amigo, y a ser ejecutado si este no volvía en el plazo acordado. Confiaba tan ciegamente en su amistad, que le dijo al rey que no habría problema, debido a que este volvería antes de que terminaran con su vida. Finalmente el rey acepto la propuesta y asintió. Pasados unos días de la marcha de Pitias, Dionisio se acercó por la cárcel donde se encontraba Damon. Buscaba ver si este había caído en la desolación al ver que su amigo no volvía. Sin embargo se encontró lo contrario. Confiaba totalmente en que este volvería, y el motivo que le había impedido ya llegar, era simplemente una causa de fuerza mayor, pero que llegaría antes de que le mataran.

 

Llego el día de la ejecución y Damon fue llevado al lugar donde se había fijado la misma. Dionisio le recibió riendo y burlándose, pero de nuevo encontró una respuesta que no esperaba. "Es mi amigo, confio en él", respondió Damon. En ese mismo momento las puertas se abrieron y apareció Pitias. Exhausto, con la ropa rota y herido, pero tal y como había prometido, antes de la hora de la ejecución. Al parecer según conto a su amigo, su barco había sido hundido en una tormenta, y posteriormente unos bandidos le atacaron cuando a duras penas volvía caminando hasta Siracusa. Pero ni esto le había detenido de llegar a donde debía estar y cumplir su sentencia de muerte.

 

El Rey Dionisio, se quedó atónito, llegando a llorar ante la muestra de amistad que acababa de presenciar entre los dos amigos. Tuvo que rendirse a la evidencia de lo que acababa de presenciar y conmovido todavía, revoco la sentencia que condenaba al joven Pitias a muerte. Tras esto, pidió a los jóvenes que por favor le enseñaran ese significado de la amistad, y que les permitiera ser el tercero de ellos. Pero estos se negaron a aceptar a Dionisio como amigo.

 

 

Séneca estableció una distinción que resulta importante para la psicología humana: la diferencia entre la necesidad y el deseo. La persona realizada busca la amistad, pero no la necesita. Recordemos que la piedra angular de la filosofía estoica es que antes de que podamos ser amigos, y antes de que podamos amar, tenemos que amarnos a nosotros mismos y alcanzar nuestra propia independencia. Este sabio, en sus famosas "Cartas a Lucilio", escribió:

 

"Ellos y nosotros coincidimos en esto:

en el que el sabio se basta a sí mismo.

Con todo, el maestro quiere tener también

un amigo... aunque él se baste a nivel personal."

 

 

Este filósofo afirmaba también que la amistad no debe buscar beneficios afectivos o psicológicos y menos aún materiales. El verdadero amigo no ve en la otra persona una prolongación de sus necesidades, sino el recipiente en el que verter lo mejor de sí mismo. Séneca se preguntaba: "¿Para qué te procuras un amigo? Para tener por quien morir, para tener a quien acompañar al destierro, oponiéndome a su muerte y sacrificándome por él".

 

El estoicismo considera la amistad como uno de los pilares fundamentales de nuestra vida. Los amigos, con su gran valor en sí mismos, son una de las cosas más valiosas que tenemos a nuestro lado a lo largo del camino. Mucho más valiosos que el dinero, la fama y las cosas materiales. “Extirpar la amistad de la vida es como quitarle la luz al día”, decían estos sabios. Las amistades, según el estoicismo, no son incondicionales, también tienen sus límites. La amistad verdadera está fundada en la virtud, por tanto, todo lo que pueda hacer que nos alejemos de ella, es un límite para conservarla. Los amigos no pueden ser una excusa para obrar mal ni para alejarnos de la razón que guía nuestras acciones. El estoicismo entiende que la verdadera amistad debe ser honesta. Para tener buenos amigos, uno de los principios fundamentales es que compartamos la verdad y sepamos escucharnos, aceptando el consejo y las críticas bienintencionadas. Los buenos amigos nunca tendrán intenciones de perjudicarnos ni de devaluarnos, por tanto, debemos prestar atención a sus palabras.

 

Todos estamos siendo influenciados por alguien. Dado que esta influencia determinará, hasta cierto punto, la dirección de nuestras vidas, es mucho mejor elegir deliberadamente a las personas que permitimos que nos influyan, en vez de consentir que el poder de la influencia equivocada urda su efecto en nosotros sin nuestro conocimiento o nuestra elección consciente. Las personas que inciden en nuestras vidas a diario tienen un impacto brutal sobre nosotros, para bien o para mal. Debemos rodearnos de gente con virtudes como el compromiso, la persistencia, la imparcialidad, la paciencia y la actividad diligente. Aquellos que nos impactan y que nos influyen deben tener una actitud positiva frente a los desafíos de la vida, deben inspirarnos. Personas que educan, incentivan y nos ayudan a avanzar en la dirección correcta. La amistad es un regalo, un don que se recibe. En palabras de Cicerón:

"No sé, si con excepción de la sabiduría,

los dioses inmortales han otorgado

al hombre algo mejor que la amistad."

 

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