Estoicismo y paternidad

Publicado el 9 de marzo de 2024, 23:31

Educar a los niños en el estoicismo es fundamental para ayudarles a desarrollar habilidades para la vida. Esto les permitirá enfrentar los desafíos de la vida con coraje y determinación, y encontrar la paz y la serenidad en medio de las adversidades. Si no les inculcamos unos valores y una brújula de vida, el día de mañana tendrán dificultades para enfrentar los obstáculos que la vida les deparará y desarrollarán una mentalidad negativa y pesimista que afectará a su bienestar y a su capacidad para tener relaciones saludables.

 

Gracias a esta filosofía pueden tener una gran ventaja en el futuro, ya que aprenderán habilidades que les permitirán enfrentar los desafíos de manera más efectiva. Probablemente se convertirán en personas más resilientes, capaces de lidiar con el estrés y la adversidad. También serán capaces de controlar sus emociones, lo que les permitirá tomar decisiones más sabias y evitar reacciones impulsivas en momentos de tensión. Lograrán cualquier cosa que se propongan si trabajan duro y no se rinden ante los obstáculos que se les presenten. Aunque como bien dice esta filosofía, el resultado no dependerá de ellos e independientemente de si lo consiguen o no, se habrán convertido en una mejor versión de sí mismos y aprenderán a disfrutar del camino. Es importante tener sueños y metas en la vida y nunca es demasiado tarde para empezar a trabajar en ellos.

 

La paternidad no es llevarles a la escuela y darles ropa, comida y un lecho donde dormir, eso es ser su tutor. Ser padre es la elección de hacer que tus hijos sean el centro de tu vida, aceptando el hecho de que traer a esas personas al mundo ha cambiado radicalmente quién eres, qué valoras y cuáles son tus obligaciones. Un padre se compromete con una serie de valores que aunque parezcan lógicos, la verdad no es fácil aplicarlos, por lo que llama la atención que alguien viva acorde a ellos. Valores como estar presente, predicar con el ejemplo, no dar nada por sentado, vivir con gratitud o amar incondicionalmente.

 

Criar a un hijo y formar parte de su vida es una de esas hermosas experiencias que nos conecta, en una cadena sin interrupciones, desde hace miles y miles de años. El estoicismo nació en el turbulento mundo antiguo, se centró en la naturaleza impredecible de la vida cotidiana y brindó herramientas prácticas para emplearlas a diario. Es posible que el mundo moderno parezca radicalmente distinto al que representaba el pórtico del Ágora de Atenas o el Foro y la Corte de Roma, sin embargo, los estoicos se esforzaron por recordar que no se enfrentaban a un panorama muy distinto al que sus antepasados, y que el futuro no alteraría radicalmente la naturaleza y el fin de la existencia humana. Como a los estoicos les gustaba decir: “un día es todos los días”. Y sigue siendo así. Lo cual nos trae al presente.


La crianza es una cuestión psicológica. Se trata de una decisión que debemos tomar, de un compromiso de sacrificio y esfuerzo para ayudar a nuestros hijos para que se conviertan en mejores personas, en unos adultos con unos valores y unos principios como los de honestidad, justicia, naturaleza, empatía, franqueza, compasión, altruismo, independencia, etc. Debemos enseñarles a ser curiosos, a estar abiertos y dispuestos a explorar, a formar sus propias opiniones, y a decidir por sí mismos. Nada es tan enriquecedor como saber qué nos es valioso y significativo para actuar en sintonía con esos principios. De ese modo se convertirán en unos invitados dignos en la mesa de los dioses.

 

La mejor manera de preocuparte por el bienestar de tu hijo es, además de apoyarlos en sus decisiones, ser un modelo a seguir. Tus hijos siguen tus pasos, se percatan de todo lo que haces, siempre están observándote. Si tú pierdes el rumbo, ellos también lo harán. Nuestros hijos considerarán normal la forma en que nos comportemos delante de ellos, especialmente en casa o en privado. Si somos groseros, desagradables, impacientes y controladores copiarán esa forma poco ética de comportarse y empezarán a engañar y mentir. Si nosotros mismos exigimos coherencia, respeto y responsabilidad hacia nuestra persona, también hemos de demostrar estas mismas dimensiones a los demás y sobre todo a nuestros hijos. Si hacemos una promesa, debemos cumplirla. Si nuestros actos son acordes a nuestras palabras no solo aprenderán de nuestro ejemplo sino que nuestras palabras tendrán peso, valor y por tanto, coherencia; de esa manera nos ganaremos su respeto y admiración.

 

Nuestros hijos poseen nuestras virtudes y nuestros defectos. Eso es lo que hace que esa locura de ser padres se convierta en una oportunidad tan maravillosa. Porque estamos aquí para ayudarlos, para intentar que se parezcan a nosotros en nuestras virtudes y evitar que copien nuestros defectos. Debemos mostrarles el camino, enseñarles que aquello que nos define no son las circunstancias externas, sino cómo respondemos ante ellas. Mostrarles como afrontamos las adversidades, como mantenemos la serenidad y el autocontrol ante cualquier circunstancia. Lecciones que tus hijos necesitarán y no hay mejor manera de enseñárselas que con el ejemplo, con nuestras acciones. Aunque no seamos perfectos, no debemos dejar de esforzarnos más y no repetir los mismos errores que nuestros antecesores cometieron con nosotros. Debemos convertirnos en sus guías e inspirarles. Nosotros somos sus héroes, por lo que tenemos el deber y la responsabilidad de que el impacto que tengamos sobre ellos sea el mejor posible, ya que estamos dejando nuestras huellas impresas en lo más profundo de sus corazones. Es el mejor regalo que les podemos hacer ya que les durará toda la vida.

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